SEMBLANZA PASTORAL
DE LOS MÁRTIRES DEL ZENTA
Arrancamos por el final. No porque sea lo único o lo mas importante, sino porque rubrica y confirma lo que la vida de estos testigos del Amor Divino ya venía preludiando... En realidad, no cabía otro desenlace más apropiado para ellos, dada la coherencia con que querían seguir a Cristo y anunciarlo a todos, pero especialmente a los que no sabían todavía cuánto los amaba Dios, y la gloria que Jesús les había obtenido y les pertenecía como herencia.
La tarde del 27 de octubre de 1683, en las calurosas espesuras del bosque salto-jujeño del valle de Zenta, junto a la capilla de Santa María, que ellos mismos habían levantado con la ayuda de sus compañeros de misión y generosos colaboradores, a 5 leguas del Fuerte de San Rafael, eran martirizados Don Pedro Ortiz de Zárate, el R. P. Juan Antonio Solinas SJ; y con ellos, también dieciocho laicos entre los cuales habían dos españoles, un negro, un mulato, y una mujer, dos niñas y once varones de distintas etnias aborígenes: una miniatura preciosa de la Iglesia de ese tiempo, una espléndida concreción del Cuerpo de Cristo que, buscando seguir a Jesucristo, Su Cabeza, en su entrega plena, dio la vida por amor a Dios y a sus hermanos, los hombres.
¿Cómo llegaron a esto? ¿Qué pasó? Para responderlo vamos a repasar un poco la historia de los dos sacerdotes (sobre los laicos no disponemos de otros datos que su número según sus características raciales, etarias o de género, y la mención, en una de las fuentes, que uno de los once hombres originarios era un cacique Omaguaca, de nombre Jacinto) y analizar con más detalles, los días y las horas que precedieron este magnifico y trágico desenlace.